De fiordos y sabores, desde la Patagonia chilena a la mágica isla de Chiloé.
Treintados horas en barcaza, en el recorrido más extenso que ofrece Naviera Austral fue mi panorama de un lunes, un martes y parte de un miércoles de julio. Invierno duro, real, reflejo de territorios que viven en paraísos lejanos, que dependen de la encomienda naval y de la mar serena para la llegada o salida de sus habitantes, para el intercambio comercial o el despacho de un simple encargo. La motonave forma parte de una Alianza Público Privada a favor del desarrollo económico y social de las personas y las comunidades de las regiones de los Lagos y de Aysén.

El Viaje lo realicé a bordo de la barcaza Queulat, de 285 pasajeros de capacidad. En cada viaje se reúnen lugareños, foráneos y aventureros que obligados o por voluntad propia prescinden del avión para conocer y reconocer a los canales y fiordos del sur. El recorrido visita los 7 puertos del litoral norte de Aysén: Melinka , Raúl Marín Balmaceda, Santo Domingo, Melimoyu, Puerto Gala (Isla Toto), Puerto Cisnes, Puerto Gaviota (Caleta Amparo), Puerto Aguirre y Puerto Chacabuco
Los grandes ventanales permiten disfrutar de los hermosos paisajes de su ruta. La tv satelital, una zona para niños, la cafetería y los asientos en el exterior ayudan a la distracción para tan larga travesía. La ruta elegida se llama Cordillera y es la más extensa y recomendable para conocer más lugares. Debo confesar que durante el trayecto la máquina se mueve y se mueve bastante con vaivenes considerables al paso de los canales o al enfrentar el golfo del Corcovado.

La buena noticia es que esto ocurre en invierno y para ello solo manteniendo la calma y unas pastillas de dimenhidrinato disminuyen el malestar. Después de todo sin aventura no hay disfrute ni aprendizaje.
La Región de Aysén es conocida como “Reserva de Vida” por su naturaleza salvaje y ser una importante fuente de agua dulce para el país. Este primer viaje fue un apronte para conocer la región que me faltaba, levantar la información necesaria para luego volver y recomendar en forma extendida.

¿Onde va la lancha?
El arribo a Quellón, en el extremo sur de la isla de Chiloé fue a las 4 am. Una fina y típica lluvia me da la bienvenida, recordándome que hace once años viví en estas latitudes de frió y temporales. Luego de una breve espera en la sala de embarque me traslade dos cuadras y subí al bus que me llevaría a la comuna de Castro capital de la isla.
Tan temprano la oferta alimentaria brilla por su ausencia, salvo un quiosco típico que huele a fritura. Estoy cansado, necesito sentarme y cargar las baterías no solo de mi teléfono sino las mías también, condición que me lleva por fortuna a encontrar el único lugar abierto a las 9 am, El café sur un acogedor lugar atendido por extranjeros que amablemente preparan un sándwich en panini y una tetera de té negro. El lugar ubicado en calle serrano #460 a pocas cuadras de la Plaza de Armas, representa y en buena hora a un tipo de negocio que está diseñado desde y para el turismo, Aquí desayuno, leo las guías de viajes y la prensa local.
Dormir en un palafito, la metamorfosis de La calle Ernesto Riquelme.

Ya alimentado, busco un lugar donde dormir, como es habitual el equipaje pesado descansa en la custodia del terminal. Tripadvisor y Airbnb son mis plataformas y herramientas preferidas a la hora de localizar un servicio (ojo que hay muchas más incluso gratuitas) El uso de una mochila de 25 litros con varios bolsillos, me permite caminar con el mínimo de ropa e incluir a mi fiel compañero, mi laptop Hp. En el leí los comentarios acerca de esta tradicional calle que alberga una buena cantidad de estas singulares construcciones construidas para aprovechar la costa durante la expansión comercial del siglo XIX. Los inmuebles de Madera y tejuelas de alerce, fueron emplazados sobre un muelle con gruesos pilotes, con dos frentes, uno hacia la calle, con la que se comunica a través de un puente y otro hacia el canal, que posee una terraza superior que cumple la función de patio utilizado para los trabajos de pesca. Era allí donde se amarraban los botes que acompañan a los isleños en su salida para buscar mariscos y peces.


Me refiero a los palafitos en tiempo pasado ya que hoy una buena parte de las casas se han trasformado en restaurantes y hoteles boutique, apuesta comercial que ha ido en aumento en los últimos 5 años, sumando valor a la oferta turística de Chiloé. Mi dormir fue en el hostal Palafito Waiwen, de agradable decoración, espacios cuidados y acogedora habitación a la que dan ganas de volver…¿los precios? La habitación singles desde los 18 dólares y la suite en 36 dólares. En temporada alta aumentan en un 50 % aproximadamente.
Algo pasa en Almud.
Era necesario visitar un bar, es sin duda junto a los cafés, restaurantes y hoteles, una carta de presentación de una ciudad. Un bar llamativo indicará el gusto, la calidad y el nivel de turismo que un lugar presenta. Hay que entender que en la isla no hay gran oferta, pero este es una señal de que algo está cambiando y mejorando.
La decoración, moderna de buen gusto, en justo equilibrio en lo que es la madera y los colores. Luego la música que bien da para banda sonora, para continuar con una creación de autor; Fiurisima, un cóctel en base al mismísimo vodka Sirena, el primer vodka chileno, jengibre, tónica 1724, hielo frappe y una lámina de caramelo. El resultado es un buen trago que te deja bien bien arriba.
La cocina, da que hablar, probé la gredita clásica; generosa preparación para picar que en forma cremosa une papas chilotas en láminas, queso mantecoso, cubos de tomate y orégano, indicando las buenas intenciones de sus dueños, chilenos- franceses, al apostar por preparaciones que perfectamente no tienen frituras ni carne.
Lo observado en este primer día habla bien de la nueva escena que está creciendo en el archipiélago, así me voy contento de vuelta a dormir. Ha sido un reencuentro amable con la Isla, he hecho las paces con ella. Mañana será otro día.

